sábado, 25 de abril de 2015

El Despertar Nº2


Aquel día, mi paisaje se tornó muchedumbre.
Fue mi espíritu un niño sin padre ni madre,
sanado por milagro, rodeado de vallas,
rezando por los muertos de punto en punto.
La inmensidad fue un dolor insufrible en el pecho,
como el anuncio de un mal incurable.
La inmensidad fue un constante desmallo de aves
cayendo sobre mí desde el cielo.
Como el gentío era un cauce sin nombre
y yo sin sentirme de las heridas de otro,
me vi sentenciando con mazo de plomo, aplastante.
Hasta que una sombra mía se escapó de un soplo
y se clavó en tu espalda y desangramos todos.
Alguien dio un grito que me dejó sin rostro.
¡Tú!
Tú fuiste en tierra mis ojos
y entonces pude sincerarme de la falta.
Andrea Rojas Alfaro

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