domingo, 19 de abril de 2015

El hombre ciego

Ese hombre huido de la tierra
ya no tiene tiempo.
Alguien le tizó dos puntos donde encendían sus fanales.
Cuando niño todavía,
sobreviviente de la turba en tierras húmedas,
luego extinto como un grito de sueño
que no se asoma y grita
que no se asoma.
 
¡Ay de los vencidos! Tierra mía,
de los otros sin rostro.
Y si le doy mi corazón ¿Qué haría?
 
Temo del grito negro en el barranco mudo,
hombre sin ojos ni tiempo,
venido de otros mundos sin sol,
torcido con otro más umbrío,
otro más retorcido.
 
Si a sus pies el vasto mar de astros
¡Ni pensar!
No porque en tu claro de luz subliman los bólidos,
sino otras infancias y vidas habilitadas para un destino.
Temo ser la luna asteroidal desaparecida.
Ni pensar.
 
Primero tú,  ante mis ojos,
abre los tuyos para verme,
Mírame ¡Suéltalos!
 
Donde el tiempo, otras páginas pasaron,
ante ti otro sol, otro mundo, otra tierra
Mírame ¡Suéltalos!
 
Es el instante de la buena noticia.
Aquí la moneda de oro reluciente en el suelo,
la aurora de fuego,
el fin de la guerra.
 
Y si te doy mi corazón ¿Qué harías?
 
Temo ser la explosión de la antorcha que mate toda luz,
luego en las sombras, ambos quedar ciegos.
Primero tú
¡Mírame primero!
Luego,
no importa.
 
 
 
Andrea Rojas Alfaro

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