En ese entonces, perteneciendo al grupo mudo,
fui los que anidan en la burbuja asustados por un grito.
El mundo era pequeño, un meñique disfrazado de sol y luna,
un latir dañado. El mundo era breve.
De improviso mi atención se convirtió en piedra.
Me miraste y por el torreón cayó sobre mí todo el universo.
Tu ojo fue el martillo que abatió cada paredón.
Sorprendido de la bulla, el mundo fue suelto.
Descubrí;
La mar, el cerro y la estrella del sur que está siempre,
un cielo de astros, una estera tejida para explorarse.
Descubrí;
“La costumbre puede, desterrar a uno de su tierra”.
Andrea Rojas Alfaro